(Mi padre y yo, 1965)
Esta última noche del año no voy a dejar un escrito mío, quiero compartir con todos un poema de mi padre. Él ya no está pero el que quiera verle, que me mire a mí.
Nostalgia
En un pueblecito blanco, comarca del Aljarafe,
en Sevilla, Andalucía, allí nacieron mis padres;
allí nacen mis hermanos, allí también nací yo.
Me amamanta, me acaricia, me mece en su regazo
mi madre guapa y morena. Qué grato recuerdo guardo
de mi Sevilla la bella. Tierra de grandes poetas, literatos,
escultores, cantaores de flamenco, guitarristas o pintores.
Mujeres con ojos negros, de cuerpos esculturales;
vaya empaque, qué tronío, qué garbo, qué señorío,
como hileras de carretas cuando van para El Rocío.
Tierra aquella donde Dios, al crear la Humanidad,
además de echarle sol, se le fue la mano en sal.
Semana Santa, saetas, con la mantilla y peineta.
En feria la sevillanas, peteneras, verdiales
se bailan en las casetas con vestidos de lunares.
Aquella tierra andaluza donde crece la aulaga,
el olivo, el alcornoque, brezos, tomillos y jaras.
En los parques y en las plazas los jardines pintureros
donde todas las mañanas cantan canarios, jilgueros
colgados de las ventanas en jaulas de terciopelo.
En estíos veraniegos las macetas en los patios.
Se riegan todas las tardes rosas, jazmines, geranios,
con agua fresca del pozo que en el mismo patio existe.
Después vienen las tertulias sentados en las butacas,
que duran hasta la media noche, al olor de la albahaca.
Diciembre, la Navidad. Hombres, mujeres y niños
con zambombas, panderetas, cantan los villancicos
y canciones de la tierra hasta por la madrugá.
Al amanecer el día, la copita de aguardiente,
los molletes, calentitos, polvorones y rosquetes.
Cuánta nostalgia me embarga. Quisiera acabar un día
donde acabaron mis padres: en Sevilla, Andalucía.
En el pueblecito blanco, comarca del Aljarafe,
en el rodal de cipreses circundado de olivares
y ser transportado a hombros cantando por soleares.
Antonio Rodríguez Valero.